Matavenero, la eco-aldea del Bierzo.
Matavenero es un pueblo diminuto del valle del Bierzo. Kevin Faingnaert, un fotógrafo belga que conoció esta localidad gracias a un amigo español y se dispuso a fotografiar su día a día.«El año pasado ese chico me habló de muchos pueblos abandonados de España y de la forma en que se están repoblando gracias a personas con ideas nuevas, independientes y basadas en la ecología. Fue entonces cuando me enteré de las eco-aldeas, estas comunidades que se esfuerzan por vivir de forma sostenible. Me puse a investigar y encontré Matavenero»
Ese fotógrafo reconoce que la historia de Matavenero y de sus habitantes le enganchó desde el minuto uno. «Estas personas se alejaron de la vida moderna, basada en la eficiencia y el consumo, para vivir de acuerdo a sus creencias. Han construido su propio pueblo y dependen solo de sus huertas. Yo sentía mucha curiosidad para saber cómo viven, quiénes son, qué hacen y por qué abandonaron su vida», explica el fotógrafo en su web.
Kevin decidió visitar Matavenero. Se encontró con una localidad habitada por unas 60 personas. La acogida fue cordial. Kevin asegura que los aldeanos son muy abiertos.
«Enseguida me invitaron a visitar una de sus casas, y me ofrecieron una taza de té y castañas. Cualquiera es bienvenido por un par de días, siempre y cuando respete el pueblo, su gente y su visión, y eche una mano con las tareas comunitarias. Los visitantes pueden dormir en la sala común, donde hay incluso una cocina»
Al principio no fue fácil abordar a los habitantes del pueblo con una cámara. Kevin prefirió integrarse en la comunidad, realizando todo tipo de trabajos, desde labrar la tierra hasta limpiar el bar del pueblo, cavar un nuevo canal o alimentar a los burros. También participó en la organización de la biblioteca, una tarea que le valió el afecto de muchos habitantes.
La convivencia y el trabajo compartido crearon lazos de amistad. Con el tiempo, Kevin pudo hablar de su proyecto a todos y consiguió incluso retratar a varias personas.
Desde sus comienzos en 1989, Matavenero ha atraído a personas de diferentes países europeos: además de españoles, hay alemanes, franceses y daneses. «Más de la mitad son familias. Hay una docena de niños, entre ellos algunos bebés, cosa que no esperaba. También hay un par de hombres de setenta años. La mayoría están entre los 30 y los 45 años»
Todos ellos tienen diferentes orígenes y razones por las que abandonaron sus vidas y se mudaron a Matavenero. Algunos no conseguían vivir bajo la presión de la sociedad moderna; otros simplemente soñaban con vivir cerca de la naturaleza; otros estaban escapando de problemas personales; otros buscaban un lugar tranquilo para trabajar con el arte. Todos ellos, sin embargo, comparten una idea común: vivir de forma autosuficiente y ecológica, en armonía con el medio ambiente y en el respeto de los demás.
Kevin acabó quedándose un mes en Matavenero. Reconoce que admira la persistencia de estas personas. «Ellos convirtieron este lugar en un pueblo de hadas: las casas tienen formas peculiares, hay pequeños caminos a través de los árboles. Intentan llevar una vida lo más ecológica posible. El transporte de mercancías se hace en burro, a caballo o con carretilla, o sobre la espalda en una caminata de tres horas. La luz proviene de fuentes renovables. Todos los residuos deben ser reciclados o arrastrados cuesta arriba. Las mismas bolsas de plástico aparecen una y otra vez. Utilizan muy poco dinero. Son personas que transformaron sus ideales en hechos y en trabajo duro», asegura Faingnaert, que planea visitar más eco-aldeas y hacer un fotolibro.